A veces en una familia, con compañeres del trabajo o con nuestras amistades, creamos dinámicas en nuestra relación que son tóxicas o, por lo menos, que no conducen a nada bueno.
Muchas veces estas dinámicas son así por una falta de comunicación. Esto puede ser tanto en el lado de la expresión de necesidades y deseos como en la escucha empática. Pat Petrie escribió mucho sobre la comunicación, sobre todo en relación al trabajo pedagógico social con niñes y adolescentes ("Communication skills for working with children and young people", uno de mis favoritos) y recalcó una y otra vez la importancia de ambas personas para hacer que esa comunicación sea clara y eficaz.
Aunque puede parecer contra-intuitivo, es muy importante aprender y practicar la comunicación clara; tanto la escucha activa y empática, como la expresión clara y auténtica. Hay muchas técnicas y filosofías en torno a estas herramientas de comunicación que se han utilizado en muchos ámbitos distintos como pueden ser el negocio, la educación, el apoyo familiar por parte de los servicios sociales, etc.
Pero, para mi, quien lo engloba todo es Marshall Rosenberg, en su conocido libro y metodología de la comunicación no violenta. Lo más acertado de la metodología de Rosenberg, en mi opinión, es que indaga en la importancia de la comunicación para nuestra relación con nosotres mismes. Explora la relación entre lo que pensamos, decimos y sentimos.
Puesto que nuestra manera de expresarnos externamente, sobre todo la manera en la que nos han enseñado a expresarnos desde muy pequeñes, va a condicionar cómo hablamos internamente con nosotres mismes. Las exigencias, los juicios y toda esa violencia hacia nosotres mismes que luego se refleja en cómo comunicamos con les demás.
Rosenberg propone cuatro pasos, o fases, para hacer que esa comunicación aprendida inconsciente se transforme en comunicación consciente y compasiva. Las fases son:
- Observación
- Sentimiento
- Necesidad
- Petición
Un resumen muy rápido diría que estos pasos tratan de observar las reacciones que tenemos a lo que pasa a nuestro al rededor, sobre todo a la comunicación. Identificar qué sentimientos genera esa comunicación. Explorar cuál es la necesidad que no se está cumpliendo que genera ese sentimiento. Y por último encontrar la manera de pedir a la persona con la que estamos en comunicación lo que necesitamos para hacer que esa necesidad se cumpla.
Al principio esto puede parecer imposible, la primera vez que yo leí el libro de Rosenberg yo me enfadé mucho porque me parecía que estaba describiendo algo tan difícil y complicado de una manera tan simple, que no creía que fuese posible.
Poco a poco, a lo largo de los años, he ido probando, practicando y usando estas técnicas. Cada vez que leo un capítulo del libro otra vez, me parece más posible y alcanzable. He aprendido que esas mismas fases de comunicación describen mi relación con la teoría de la comunicación no violenta.
Al principio me negué a ver la posibilidad, me negué a observar.
Poco a poco fui preguntándome con curiosidad por qué se me hacía tan imposible creer que algo que tantas personas han practicado, usado y abalado sea posible.
Lo que encontré en esa exploración eran mis necesidades no cumplidas que me hacían aferrarme al enfado y cinismo.
Al releer el libro a capítulos, pude escuchar desde una posición menos enfadada y arisca, tomando una actitud más vulnerable, honesta y humilde. Dejando que las frases que traían memorias dolorosas de momentos y dinámicas en las que la comunicación había fallado, doliesen.
A veces ese es el proceso. Hay que tomarlo capítulo por capítulo, con descanso entre cada uno. Puede que haya días en los que una página sea suficiente, y no pasa nada. Es lo mismo con las relaciones y las dinámicas interpersonales.
El perfeccionismo y deseo de cambio nos pueden llevar a leer un libro como este y tomarlo como una guía de cómo mejorar nuestra vida en una semana. Pero los procesos humanos tienen su ritmo, son cíclicos y tienen sus fases.
A veces no se trata de "arreglar" una relación; si no de observar qué ocurre en la relación, identificar cómo te hace sentir, explorar las necesidades no cumplidas, y pedir lo que sea necesario para que esa relación vaya sanando. Pero nunca debemos olvidar de que en esa comunicación estoy yo también, y puede que la petición no tenga que ser a la otra persona, si no a nosotres mismes.
¿Qué puedo ofrecerle yo a mi misme para que esa relación sea lo mejor posible dentro de las condiciones actuales?
A veces se trata de esa misma comunicación interna de escucharnos a nosotres mismes; sin juicio, sin culpa, sin exigencias y con compasión.
Esto puede llevar a que a veces lo mejor para el proceso de sanación de una relación sea honrar nuestra propia necesidad de mantener distancia, nuestra necesidad de silencio, nuestra necesidad de pedir ayuda externa.
Así que esta semana os invito a que os escuchéis a vosotres mismes con la escucha abierta y empático que os merecéis, todes y cada une de vosotres. ¿Qué necesitáis de vosotres mismes?
Si esta reflexión te ha resonado, te ha causado alguna reacción o has leído este libro, deja un comentario, charlemos!
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Un abrazo
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