El fin de semana he aprovechado para ir de aventura. Aunque vivo en el pueblo en el que crecí y ahora mismo estamos bajo confinamiento municipal, descubrí nuevas carreteras y nuevos rincones.
Llevo bastante tiempo frustrada por no poder viajar, conocer sitios nuevos y por la repetitividad diaria en la que me encuentro. Intento recordar viajes pasados, planear aventuras futuras y apreciar las cosas que tengo a mi alrededor.
Aún así, cuanto más se extiende el tiempo de limitaciones y recortes, me siento más limitada, apagada, apática y desconectada de mi esencia. El viajar, ir de aventura, descubrir y recorrer mundo han sido una parte importante de mi identidad, inspiración y experiencia de vida. Por esto la pérdida de esta parte por la pandemia, ha sido muy difícil para mi y me he sentido apagada.
La vuelta de los días más largos, más sol, temperaturas más templadas y la promesa de la vuelta de una parte de este aventureo en un futuro no muy lejano ha empezado a despertar esta parte mía después de una larga hibernación.
En un principio había pensado ir al monte a uno de mis paseos favoritos, pero de camino allí vi una carretera pequeña en la que parecía recordar haber ido de pequeña con mi familia.
Decidí seguir el recuerdo y encontré el restaurante con los columpios que nos encantaban a mi hermano y a mi. Seguí hacia adelante y tuve que ir muy despacio, pues me encontré con un pastor moviendo a su rebaño.
Esto me dio tiempo para mirar a mi alrededor, ver mi pueblo desde otra perspectiva y apreciar las nuevas hojas en los árboles. Procedí con mi plan inicial y merendé en el monte con el viento frío empujándome a andar más rápido de lo normal, en contraste con el paso detrás del rebaño.
Volviendo hacia casa, me encontré con más carreteras y caminos que no conocía. La exploración de los rincones desconocidos en el pueblo en el que crecí me abrió nuevas aventuras. Igual que en terapia, cuando no tengo una crisis, exploro las partes de mi inconscientes que me han acompañado toda mi vida sin mi conocimiento.
Solemos pensar que la terapia y técnicas de autoconocimiento y desarrollo personal son para cuando estamos mal, tenemos un trauma o una crisis existencial. Pero, igual que mi espíritu aventurero, el proceso terapéutico no necesita de lo grande, de las dramas trágicas, ni de obstáculos gigantes.
Es igual de importante explorar los pensamientos, las creencias y las experiencias que no hemos recorrido durante nuestra vida; conocer los caminos que hemos pasado de largo día a día en nuestras respuestas, decisiones e ideas automáticas. Cambiar de perspectiva, cambiar la velocidad a la que recorremos el día a día y visitar los recuerdos que se han quedado de lado.
Esta reflexión me ha recordado algo que leí en una entrevista con un astronauta, que decía que una de las cosas más importantes que había aprendido en su vida la había aprendido en primaria. Dijo que su profesora sacó a la clase al patio donde había repartido la hierba en cuadrados de un metro cuadrado, les hizo elegir un cuadrado y pasar una hora explorándolo.
Este astronauta dijo que esa hora, el aprender mirar cada hoja, cada piedra, cada insecto que iba y venía había despertado en él la curiosidad que le llevó a ser astronauta.
Así que os invito a encontrar un espacio y a que paséis un tiempo explorando, buscando la curiosidad en lo pequeño, pues puede que os lleve a recorrer el universo entero.
Si prefieres vivir esta experiencia internamente, a través de un proceso terapéutico, haz una cita conmigo y usaremos la terapia Sésamo para despertar tu curiosidad.
Un abrazo
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