Los últimos meses he estado baja de ánimo, preguntándome muchas cosas, sintiendo muchas cosas y me ha costado esfuerzo simplemente seguir adelante. Cuando la gente me ha preguntado qué tal estoy, no he podido responder que estoy bien, porque no es verdad.
He empezado a responder "siguiendo hacia adelante", porque siento que es lo único que he conseguido a lo largo de este año de pandemia. He tenido momentos mejores, algunos muy buenos, me he sentido inspirada, he reflexionado y descubierto cosas nuevas sobre mi.
Pero han sido momentos, lo que destaca de una temporada de vida ordinaria, de monotonía, de días que pasan una igual que otra con una sensación de insatisfacción, de algo no alcanzado. El esfuerzo de seguir adelante, de lidiar con lo que supone la pérdida de seguridad, el soltar los planes y sueños que tenía para este año, ha sido agotador. Estoy cansada pero siento que no tengo nada que enseñar por ese esfuerzo.
Luego hablo con amig@s y leo artículos de gente que ha empezado un nuevo hobby, que ha hecho cursos, han empezado una empresa que les ha ido de maravilla, han sabido aprovechar este tiempo y esta situación para hacer cosas extraordinarias y cambiar su vida laboral y/o personal por completo.
Cuando comparo mi lucha cuesta arriba, sólo para mantenerme donde estaba, con lo que han hecho estas personas, empiezo a sentirme culpable, ha sentir que he fallado, que he desaprovechado el tiempo.
Me he dado cuenta de que parte de esto es porque, al igual que much@s otr@s, he aceptado la narrativa social de que para que mi vida tenga sentido y valor, tengo que hacer esas cosas extraordinarias, ser el héroe (o la heroína) del cuento que después de matar a un monstruo va en busca del siguiente monstruo.
Pero en los cuentos la heroína se enfrenta al monstruo y luego vuelve a casa para vivir feliz y comer perdices en paz. Siento que esta parte del cuento no se aprecia tanto como la batalla, llena de acción, los hechos extraordinarios y muchas veces mágicos nos llenan de asombro, nos fascinan e impresionan y empezamos a buscar esa misma magia asombrosa en nuestra vida, día tras día.
Pero esos momentos mágicos son los momentos destacados de una vida ordinaria. El héroe pasa por esas pruebas para poder volver a su vida diaria, a la rutina que no sólo acepta, si no que aprecia y valora por haber tenido que pasar por ese momento extraordinario que protege la vida ordinaria.
Me acuerdo que cuando era pequeña se nos inculcaba la importancia de estudiar para poder ser "alguien" en la vida, médico, abogada, astronauta, alguien importante. Se nos repetía una y otra vez que si no estudiábamos no conseguiríamos un buen trabajo y no seríamos nadie. Me acuerdo de un amigo mío que quería ser barrendero.
Sus padres, los profesores e incluso compañer@s de clase, se reían de él e intentaban convencerle de que era una idea tonta, que dejase de decir tonterías y que encontrase un deseo más valioso.
Siempre me he acordado de él y creo que envidio su capacidad de valorar y apreciar lo ordinario. De no necesitar alcanzar las estrellas para ser feliz y estar satisfecho con su vida. Espero que no le hayan convencido para encontrar otro sueño, porque ahora veo que el deseo que tenía era el más valioso posible.
Por eso me doy permiso para apreciar y poner en valor todo el esfuerzo que me está costando mantener mi vida ordinaria. Me alegro de la gente que ha cambiado su vida en esta pandemia, que se ha enfrentado a su monstruo durante esta época, pero no me voy a compara y sentirme mal porque mis monstruos son otros y mi batalla es otra.
Os invito a vosotr@s también a apreciar y valorar lo ordinario. A reconocer cuáles son vuestras batallas y vuestros monstruos y cuáles no. Daos permiso para estar satisfech@s con lo ordinario de vuestra vida.
Si quieres acompañamiento en este proceso de aceptar, valorar y apreciar lo ordinario, haz una cita para una sesión de terapia Sésamo online o ven al taller presencial que ofrezco cada mes en Izarpe, Donostia. Más información y contacto en mi página web o en el (+34) 644581749.
Un abrazo
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